Por: Celia M. Adán Pérez.
Estoy en racha de lecturas de autores cubanos y de otros géneros diferentes a los que han acaparado mi atención en los últimos años, donde destacan la ciencia ficción y la fantasía. Hoy me sumerjo en la novela negra, revisitando un autor con el cual también me asomé al cyberpunk, y que —sin chicharronadas— buen sabor de boca me dejó su prosa. Del autor, Juan Alexander Padrón García, Álex Padrón para abreviar, (La Habana, 1973) egresado de Licenciatura en Ciencias Farmacéuticas devenido poeta, narrador, guionista, editor y blogger cultural, puedes ahondar en sus perfiles de redes sociales y su página de autor https://www.alexpadron.es
Esta reseña aunará Matadero, La herencia de los patriarcas y Los enterradores, que vienen de mano de la Editorial Atmósfera Literaria y son novelas que, si bien funcionan hasta cierto punto como novelas independientes, a mi parecer, tienen tantos puntos de contacto, que sería un desperdicio no abordarlas como un todo. A fin de cuentas, tienen como el común denominador de más peso al personaje protagonista, Carlos Lenin, alias Carlen y estas son sus aventuras y desventuras.
¿Qué encontraremos en sus páginas? Crímenes, que llevan al protagonista a situaciones detectivescas. La Cuba de antes y durante la Pandemia de COVID19, bien fresquita e inmutable más allá de algunos detalles. La Habana, Cienfuegos y los campos de Artemisa serán las locaciones en los que Carlen se verá obligado a usar toda su astucia y cada recurso a mano, para no solo salir de lo atolladeros donde ha ido a parar —a veces por pura casualidad, otras por dárselas de pavorreal y sabelotodo. Aquí el folclore afrocubano no es solo un accesorio sino casi un personaje en sí, que brinda una de las escenas favoritas de toda la trilogía para esta lectora. El peligro pisándole los talones a cada segundo, haciéndote preguntar si de veras podrá salvarse. Habrá que leer para saber el desenlace, sobre todo en Los enterradores… pero ya hablaremos de ello. Tratando de no hacer spoiler, claro.
Las tramas de las tres historias corren bien calibradas en cuanto a la tensión, suspenso y al peligro in crescendo correspondiente. Sigue pareciéndome, no obstante, que Matadero es mucho más redonda y concreta. Sin embargo, las situaciones y clímax de La herencia de los patriarcas y Los enterradores son mucho más ricos y originales. La solidez en la caracterización de los personajes es fuerte y uno de los mayores atractivos de la trilogía. Desde su protagonista, que lógicamente se lleva los focos de atención, a Apolonia, el sensei Gustavo, el borracho ilustrado Marlon, los antagonistas de turno y otros secundarios que brillan con luz propia como el veterano Reinaldo, los integrantes del clan Espingles —con José María a la cabeza—, la influyente dupla inglesa conformada por Matthew y Steven, el eggun Tata Nganga, el oficial Percherón…
De Carlos Lenin Onofre, Carlen en la familiaridad, es imposible no atisbar en él ciertos rasgos afines con el autor. Un movimiento arriesgado, pero que sin embargo funciona muy bien. A favor del personaje otro tanto: no es el superhombre que se las sabe todas y a todas batea sin distinción. Desde las primeras descripciones, cuando ya estamos a punto de decir «contra, este va de sobrado», sale a relucir la parte que nos lo devuelve tan humano como cualquiera de nosotros: tras su fachada oculta miedos e inseguridades, pero aun así sale a enfrentar el traspié que la vida le ha puesto en frente.
Mención aparte merece la religión y cultura afrocubana que se refleja en el libro. Pudiera abordar otras muchas aristas, pero esta me llamó en particular la atención: muy respetuosa a mi parecer, muy bien lograda para cumplir con su objetivo narrativo y no solo responder al realismo que demanda ese segmento de Cuba donde se desarrollan los personajes y sus aventuras. Se erige también como un elemento indivisible, de tanto peso que sin él, me atrevo a decir, las tres historias perderían su atractivo. De hecho, una de mis escenas favoritas involucra eggunes, un poderoso orisha y al personaje que los invoca, que penetra en ese mundo sobrenatural y nos regala una escena que nos mantiene al borde del asiento de tan vívida que resulta a pesar de lo fantasioso: sentimos el desespero del personaje, su dolor, el peligro que hay en juego, el tiempo que se acaba…
He de resaltar antes de llegar a las conclusiones, que en los tres libros hay una cierta gradación en el gore. No sería verosímil saltarse este tipo de descripciones tratándose de crímenes, que son los principales móviles de la acción del libro. Pero sí ha de alertarse a los lectores más sensibles que, si bien las dosis son menores en Matadero y La Herencia, en Los Enterradores no hay como limar el horror que ha de mostrarse y que pone al protagonista al borde de un abismo insalvable.
Hay otros detalles muy positivos que estoy tentada a referenciar, pero siento que robarán al lector ese momento de maravilla y asombro, al ver como encajan todas las piezas de principio a fin de la trilogía. Solo diré que, tanto como la cultura y religión afrocubana tiene tal protagonismo en las tramas, la historia de la isla también juega cartas en el asunto.
Resumiendo: una historia detectivesca que conduce con fluidez a otras dos más. Acción, suspenso, dosis de gore, realismo y surrealismo, elementos fantásticos, tintes de comedia negra, de lo detectivesco y el variopinto crisol que somos desde el cabo de San Antonio a la Punta de Maisí. Buen sabor de boca para la novela noir made in Cuba.