Y me dirás, “Álex, ¿qué pasa contigo? ¿Ayer guanajos y hoy puercos? ¿Te vas para la finca?”.
Ojalá. Pero ni tengo ni creo que me dedique a ello. Por muchas vueltas que dé la vida, siempre me acuerdo de esa escena de “Las aventuras de Juan Quin Quin”, película del 1967 de Julio García Espinosa. Que conste que la vi de niño, pero aún recuerdo a Juan Quin Quin caminando por la campiña cubana y una viñeta que rezaba: “¡Qué lindo es el campo… de lejos!”
No obstante, sobre la hora del puerco me enteré en un viaje a provincia. Buscando un poco me entero que en realidad se llama “el mal del puerco” o “la hora del burro”. Pero prefiero recordar la frase tal como la oí, pues tiene cierta dignidad eso de “la hora del puerco” para con nuestro mamífero nacional.
Que es más limpio, noble y provechoso que mucha fauna que pulula por ahí.
Réquiem por la primaria malgastada
En su momento me reí mucho, cuando me enteré que la famosa hora del puerco coincidía con ese momento sagrado que nos legaron nuestros ancestros de la madre patria.
Yo, que en primaria era de los que no resistía bajar la cabeza y echar una siesta obligatoria hasta el reinicio de las clases a las 3 pm, ahora sucumbo a la delicia de echarme un ratito a honrar la hora del puerco.
Eso, porque tengo la fortuna de vivir del teletrabajo: bien le haría a la productividad de nuestras empresas estatales recuperar la costumbre escolar de la cabezada después del almuerzo. Total.
A lo mejor si lo ponen por decreto la gente no lo hace por rebeldía, porque cualquier gestión luego de la una de la tarde hoy en día está, cuando poco, signada por bostezos. Y ni se te ocurra tratar de ver un directivo con oficina. Ellos sí que cumplen la hora del puerco.
Mal momento para pensar
Pero vamos al tema. El nombre culto del mal del puerco es somnolencia postprandial, y aparece luego de ingerir alimentos. Aunque acompaña también nuestras noches, golpea más fuerte en la tarde.
¿Por qué? Puede que sea por seguir ese dicho de “desayuna como un rey, almuerza como un príncipe y come como un mendigo”. El cubano y sus apuros se toman una taza de café en las mañanas, se fuman un cigarro y dicen que ya desayunaron. Pero ya entre las doce y la una la pila toca el rojo y nos embutimos… de lo que haya.
Llega entonces la hora del puerco, en la que nos movemos y pensamos como zombis. Curiosamente, este momento parece ser el ideal para reuniones de trabajo en la mente de los directivos —ellos almuerzan antes y se echan su cabezada: solo así se explica por qué están frescos como lechugas—, quizás para que nadie tenga una neurona despierta para contender con sus sagrados mandamientos.
Más aún, toda la tropa parece asentir a sus grandes ideas (aquí iba otra palabra)… cuando en realidad todos andamos pescando.
La sabiduría de los ancestros
Bien lo sabían nuestros antepasados: la hora de la siesta es sagrada. Eso lo conocí desde pequeño —aunque no la practicaba por aquel entonces— por mi tío abuelo Domingo. Cuando estábamos en su casa, daba gusto ver su ritual después de almuerzo: se apoltronaba en su sillón favorito, se quitaba las chancletas y comenzaba a mecerse hasta quedarse dormido.
Yo a veces tenía mis dudas de si lo estaba, porque Domingo era de esas almas buenas que hablaba en sueños y te narraba todo lo que estaba sucediendo en tierra de Morfeo: desde acaloradas discusiones de pelota hasta recuerdos de su tiempo de niño.
No era muy hablador el tío cuando estaba despierto, pero sí que se explayaba a la hora del puerco. Ya sobre las tres despertaba solito —¡ay de quien se atreviese a molestar al patriarca en su trono!— y retomaba su misteriosa labor de cortar azulejos de loza, con la que bien mantenía a su familia.
El por qué a todos nos golpea la marea alcalina, otro nombrete para designar a la somnolencia postprandial, no se sabe a ciencia cierta. Una de las teorías más aceptadas es que el flujo sanguíneo se concentra hacia el sistema digestivo, disminuyendo la cantidad de sangre que llega al cerebro. Otras hablan de una modificación de la respuesta neurohormonal o a la estimulación del nervio vago.
Como quiera que fuese, poca falta hay de explicarla: el puerco sabe que existe, y tú también.
¿Combatir la hora del puerco?
Yo y millones de españoles saben que es por gusto: mejor apagarse un par de horitas y salir renacidos como el ave fénix.
Pero si eres de los que tienes que trabajar sí o sí a estas horas, hay algunas cosas que puedes hacer:
- Masticar bien tus alimentos y comer lentamente (más te vale)
- Comer pequeñas cantidades, varias veces al día (tenemos experiencia con las bandejas del comedor… ¡es por tu bien!)
- Evitar saltarte comidas (¡si tan solo fuese una elección personal!)
- Beber 1 taza de café o un té de jengibre luego de comer (esta era una costumbre muy cubana que hemos perdido hace rato)
- Evitar comidas copiosas o con mucha grasa (Ñam… cerdito pal puerquito)
- Evitar el consumo de alimentos con elevado índice glucémico (tampoco es que haya postre siempre)
- Beber 2 litros de agua a lo largo del día (recuerda, no tienes hambre… lo que tú tienes es sed)
- Salir durante 10 a 15 minutos y dar un paseo luego de comer (aprovecha y averigua que sacaron en la tienda)
Ya si eres profesor y te toca el primer o segundo turno de la tarde, mal la llevas: además de violar tu hora del puerco, estás invadiendo la de todo el alumnado. Así que relájate y coopera: toma los cabeceos como asentimientos a tu magisterio y cuídate de la casmodia, que eso se pega y mucho.
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¡Solo hazme saber que estás vivo y no estoy tecleando al éter!
Buena entrada! Con situaciones hilarantes, resumes la “modorra”, como decimos aquí al post almuerzo. Y mas que buenos consejos; has dado a aquellos que no cumplen con el contenido del sabio refrán que has escrito, que humildemente me permito rectificar “…cenar como mendigo”. La energía en la alimentación es al iniciar la jornada de cada día y explicas claramente las razones de “la hora del puerco”. Un cordial saludo.
Me alegra que te haya gustado! Sobre “cenar como un mendigo”, tienes razón. Pero sucede que sobran los dedos de una mano para contar los cubanos que dicen “cenar”. Acá es desayuno, merienda, almuerzo, merienda y comida. El vocablo “cena” no lo empleamos casi nunca, salvo para la Cena de Navidad. 😕
Amigo mío; si lo sabré…tengo familiares en Cárdenas. Es tal cual como dices. Un abrazo sincero.