Sobre el uso (y abuso) de… los puntos suspensivos

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Poner…o no poner… ¿Esa es la cuestión?

El uso de los puntos suspensivos es una de las grandes peleas con uno de mis editores de Atmósfera Literaria. Acá la he perdido en buena lid, así que hinco rodilla en tierra y proclamo mi derrota con pelos y señales.

Y no es que no me gusten. Todo lo contrario: mis primeros manuscritos están llenos de ellos. También los últimos, pero por lo menos tengo el cuidado de revisarlos a la caza de este y otros gazapos de los que adolezco, antes de herir ojos ajenos.

¿Qué volá con los puntos suspensivos?

Primero, que son tres. Nunca dos y menos aún cuatro. No vas a causar más suspenso mientras más puntos pongas, pero sí rechazo si el que te lee se sabe las reglas para usar al más enigmático de los signos de puntuación.

Si eres de los dados a ignorar cánones, haz como dijo Picasso:

“Aprende las reglas como un profesional para poder romperlas como un artista”.

Pablo Picasso

Así que echemos mano a la Ortografía de la Lengua Española (OLE) y al Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD) de la RAE:

GENERALIDADES DE LOS PUNTOS SUSPENSIVOS

Los puntos suspensivos (…) se escriben unidos a la palabra o signo que los precede, y separados por un espacio de la palabra o signo siguiente. Si cierran el enunciado, actúan como sustitutos del punto, y la palabra siguiente comenzará en mayúscula:

Si yo quisiera… Bueno, tampoco creo que podría.

Si el enunciado continúa tras los puntos suspensivos, la palabra siguiente irá con minúscula inicial:

Me has tentado… a aceptar tu pacto.

Para señalar pausas o interrumpir enunciados

Indican una pausa puntual para expresar duda, temor, indecisión o mantener la atención del lector:

Quisiera llevar la espada y el hacha… Espero no necesitar ambas.

Aquí vienen… en son de paz, espero.

Quizás podría… no sé si aceptes, pero… ¿me concedes esta pieza?

¡Oh! Si supiera lo que me provoca…

O para dejar un enunciado incompleto por cualquier motivo:

Es una historia larga… Mejor no entrar en detalles.

Para no tener que escribir todo el texto

Los puntos suspensivos permiten interrumpir la escritura de enunciados cuando el final se sobreentiende o es conocido por el interlocutor.

Ya sabes: matar, descuerar, filetear… En fin, lo de costumbre.

Árbol que nace torcido…, no me extraña que terminase preso.

¿Te acuerdas de la canción “Por el camino verde…”?

También pueden utilizarse para acortar un título largo que se haya mencionado previamente.

Para evitar palabras inadecuadas

Los puntos suspensivos pueden emplearse para insinuar palabrotas o expresiones malsonantes:

¡Vete a tomar por c…, hijo de la gran p…!

Para dar énfasis o expresividad

Los puntos suspensivos también se emplean no para interrumpir el texto, sino para indicar que hay que alargarlo durante la entonación y así darle fuerza.

Quizás pienses que este es un ejemplo típico:

Ser… o no ser… Esa es la cuestión.

Pero, te sorprenda o no, Shakespeare no utilizó ni una vez los puntos suspensivos en su obra.

Para enumerar

Los puntos suspensivos pueden finalizar enumeraciones incompletas.

Llevo rosas, girasoles, claveles…

Nunca deben combinarse los puntos suspensivos con etcétera, por cierto. O uno u otro.

Para suprimir alguna palabra o fragmento en una cita textual

Si iniciamos una cita textual con puntos suspensivos, estamos indicando que no la transcribimos desde su comienzo. Los puntos suspensivos irán después de las comillas, sin ningún espacio que separe ambos signos:

“…Luca Brasi le apuntó a la cabeza con un arma y mi padre le aseguró que sus sesos o su firma estarían en el contrato”.

También se pueden utilizar los puntos suspensivos para indicar que dejamos la cita incompleta al final. Puntos y comillas irán pegados, sin espacio entre ellos:

 “…Luca Brasi le apuntó a la cabeza con un arma y mi padre le aseguró que sus sesos o su firma estarían en el contrato…”.

Para indicar que se han suprimido palabras o fragmentos en medio de la cita, deberán ir entre corchetes […] o entre paréntesis (…):

 “Mi padre le hizo una oferta que no pudo rechazar […]. Sus sesos o su firma estarían en el contrato”.

Pero por fin, ¿qué volá con los puntos suspensivos?

Que un signo de puntuación tenga un uso correcto… no significa que se use… correctamente…

Uno de mis géneros favoritos, el terror, padece de esta enfermedad de suspender de forma constante el discurso. Pero no es el único: muchos escritores abusan de los pobres puntos suspensivos para andar suspirando al final de cada oración.

No digo nóveles —que son  los más— sino también figuras consagradas que se regodean en su genialidad y dotan a sus frases de una solemnidad… que muchas veces suena más falsa… que un dólar de a siete.

Por poner un ejemplo sin ensañarme, miren esta joyita de una premio Nobel

 “El ser humano es más grande que la guerra…”

Svetlana Alexiévich

¿A qué el texto de una selfie en Instagram es más profundo? Y, pa rematar, los puntos suspensivos… pa dar falsa trascendencia.

Aquí toma la palabra Luife Galeano, que me hala las orejas:

“Básicamente, el punto suspensivo solamente se justifica al producirse una interrupción de un diálogo del personaje A por otro del personaje B. Y muchos puntos suspensivos dentro del diálogo sugieren es que el personaje duda o no sabe cómo decir algo. ¿Qué ocurre?, que le quita al lector la posibilidad de imaginar el comportamiento para dárselo hecho.”

“No está mal, únicamente que dirige al lector. El punto y seguido o aparte fuerza al lector a imaginarse la situación. El diálogo de por sí debe indicarnos el modo o los sentimientos del personaje sin necesidad de que el escritor nos diga que, sí que, efectivamente, duda o se muestra precavido. El tema se agrava más cuando, encima, utilizamos la acotación de diálogo para insistir en el sentimiento”:

—No sé, Fulano… —le contestó Mengano dubitativo.

Mejor:

—¿Qué sé yo? —le respondió.

Así que mide tus puntos suspensivos con cuidado

Concluyendo: usar los puntos suspensivos está bien. Abusar de ellos, muy mal. Le afean el estilo al más pinto de la paloma.

Es más dinámico dejarse de tanto punto suspensivo y solamente utilizarlos cuando se necesiten de verdad. Recuerda que el punto suspensivo dirige al lector. Todo depende que quieras hacerlo o que el monólogo lo implique, pero no lo consideres tan tonto ni que debes conducirlo al redil. Si la prosa es buena, se entiende por la frase sin necesidad de añadirle el efecto dramático de los puntos suspensivos.

Así, me considero disciplinado en este punto y juro —por la bolsa del canguro—respetar la inteligencia del lector, sin dar apoyaturas que no necesita. Pero, de nuevo, no está mal, solo que creo que sin puntos suspensivos queda mejor.

Las obras de Shakespeare en inglés original no tienen puntos suspensivos ni dirigían las sensaciones de los actores. Con la palabra le bastaba.

Y tú, ¿qué piensas de los puntos suspensivos? Dime abajo en los comentarios, dame un me gusta, si leíste hasta aquí… O compártelo en tus redes sociales, para que tus amigos maniáticos se enteren.

Espero que estos consejos te sean útiles. Pero recuerda: no tienes que recorrer el camino del escritor tú solo. Puedes contactarme si deseas ayuda con tu obra, o solicitar los servicios que te ofrezco más abajo:

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7 comentarios en “Sobre el uso (y abuso) de… los puntos suspensivos”

  1. Qué buen artículo. Recuerdo que Cortázar decía algo así como que todo cuentista debía luchar contra la tentación de terminar sus cuentos con puntos suspensivos. Por algo lo habrá dicho.

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