Cuando el guajiro Torcuato
quiso comprar las toronjas
nunca pensó que sus lonjas
adobarían a un pato.
Pensó sin mucho recato
pidió a su mujer un ajo
se lo pasó por abajo
y sin ningún disimulo
le fue pa´ arriba cual mulo
con supremo desparpajo.Horas después, su mujer
sumamente complacida
cantando hacía la comida,
aunque él no quería comer:
el ajo resultó ser
excelente afrodisiaco
y Torcuato, cual verraco
bufaba con impaciencia.
Llevaba, como advertencia,
en su entrepierna un tabacoRecorrer quiso sus predios
para encontrar solución
a su tremenda erección
que se iba del promedio.
Y de repente el remedio
llegó por analogía:
desoyendo la agonía
Torcuato se trinca y goza
la puerca tuberculosa
de Ramón y compañía.Saciados ya el apetito
–Álex Padrón, marzo 2018
de la carne y comer pato
se siente muy bien Torcuato
en su sillón favorito
a fumar como un bendito.
Más le sacó los colores
y de las piernas temblores
algo que se repetiría.
Porque a partir de aquel día
la puerca le lleva flores.
Cuando vi la primera foto de la puerca esta, lo primero que llamó mi atención fué su mirada de profunda lascivia. Tan descaminado no andaba.