Me he dado cuenta que ya no me escuchas. Que no vale la pena que te explique, porque las diferencias entre nosotros son terribles y viejas y nos duelen demasiado. Ya ni hablamos el mismo lenguaje, ni intentamos hacerlo. No podemos olvidar.
Tan cerca estamos que puedes hundir la bayoneta en mi estómago. Pero tú estabas tan lejos que no me escuchaste pedir perdón por lo que mis padres hicieron a los tuyos.
Hoy me he muerto de miedo.
Pero no del mío.
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