Los escritores somos padres celosos y demasiado indulgentes. Así, nos enamoramos de nuestra propia obra, sin tener en cuenta que no escribimos para nosotros mismos sino para los demás.
Si vas a comenzar a poner pegas, arguyendo que escribes para satisfacer tu necesidad de escribir y tal, pues entonces sé feliz y deja tu manuscrito en la gaveta. Mejor, ponle diez candados y que nunca lo lea nadie. Si escribes solo para ti, lo que estás haciendo es un diario y respeto tu privacidad.
Este artículo es para escritores o al menos aspirantes a serlo, por lo que vamos a partir de la idea de que tu obra está destinada a contar una historia que alcance a la mayor cantidad de lectores posibles. Si es así, reflexionemos juntos.
El camino del espartano
Cuando un niño nacía en Esparta, era examinado por el consejo de ancianos. Si lo juzgaban imperfecto y no apto para la guerra, pues al acantilado y a otra cosa, mariposa.
Por razones obvias, los padres no participaban en este proceso, tal como el autor no debe erigirse juez de lo que él mismo ha escrito: necesita la opinión de los demás para saber si ha cumplido el objetivo de contar una historia de forma coherente y que agrade al lector. El porqué es sencillo: llevado por sus pasiones, el escritor puede llegar a los extremos con su obra.
Lo común es que la sobrevalore y la considere perfecta —mientras más novato el escritor, mejor piensa que escribe— y la defienda a capa y espada. No se explica por qué las editoriales la rechazan y se niega a aceptar que debe mejorarla a fondo para que cumpla su objetivo. En un arranque de narcisismo, muchos recurren a la autopublicación para no ser evaluado por pares y engrosan el ya enorme número de opciones (y decepciones) de lectura.
Del otro lado de la moneda está el escritor renegado, que tira el manuscrito a la basura, le prende fuego en un rapto de desilusión o exige en su lecho de muerte que se destruya todos sus papeles inéditos. Ejemplos se sobran: desde el “Carrie” de Stephen King hasta los papeles de Kafka, muchas genialidades se han salvado del olvido gracias a sus lectores cero.
¿Te parece esto una exageración, o casos aislados? Pues acá van más ejemplos: Virgilio, Juan Ramón Jiménez (Platero y yo), Francisco Ayala, Mario Vargas Llosa, Ernesto Sabato, Julio Cortázar…
El lector cero: sus características
Todo escritor necesita de un lector cero. En realidad, más de uno: muchos autores señalan que el número ideal oscila entre 4 a 6. Pero, ¿qué es un lector cero?
También llamado lector beta, el lector cero es aquel que se enfrenta al manuscrito antes de someterlo a revisión editorial y emite una opinión argumentada y extensa sobre sus fortalezas y debilidades. Siendo un juez externo, permite identificar no solo errores ortográficos y gramaticales, sino secciones que no funcionan, giros poco claros, personajes poco desarrollados y, en general y desde lo personal, da su criterio si la obra vale la pena el tiempo que se demora en leerla.
Hoy en día todos podemos leer. Pero el lector beta tiene que tener algunas características imprescindibles para poder emitir una opinión que ayude a mejorar una obra. Estas son:
Debe ser un conocedor del género literario: el lector beta debe ser parte del público objetivo de tu obra, o un lector habitual de esta. Por ejemplo, si hablamos de fantasía, debe ser un conocedor y consumidor de este género para poder emitir un criterio contrastado con lo que otros hayan hecho.
Debe ser un lector constructivo: no es criticar por criticar, sino ofrecer soluciones a los problemas que detecta.
Debe ser un lector rápido y regular: por cuestiones de tiempo, es necesario que el lector cero tome en serio su papel y revise la obra en un tiempo prudencial. El autor no hace nada comiéndose las uñas y esperando meses por la primera lectura de su manuscrito.
¿Dónde están los lectores cero?
En la medida que un escritor evoluciona, sus lectores cero deben ser más especializados. En los comienzos puede que la familia o los amigos basten para darle el primer impulso que necesita para comenzar a escribir, pero luego necesitará mejores lectores.
La razón es sencilla: amigos y familia siempre tendrán elogios, pero se guardarán las críticas para no ofender al escritor. Eso no hace ningún bien: más vale cortar por lo sano y que te digan directamente que funciona y qué no, porque el lector final lo va a decir de todas formas en las reseñas si el manuscrito llega a (auto) publicarse.
Un buen filón para lectores beta son los escritores: además de ser voraces lectores de género, en su propia carrera han adquirido conocimientos de trama, argumento, ortografía, redacción y mucho más. Ellos no leen como público, sino que dan un criterio mucho más experto. Es una práctica común que los escritores acuerden leer y comentar mutuamente sus obras, así que si los tienes como lectores cero debes estar preparado para el quid pro quo.
Dos detalles a tener en cuenta para la selección de tus lectores cero- escritores: deben de ser de tu entera confianza (¡cuidado con el plagio!) y deben escribir tan bien o mejor que tú, para que su opinión sea valiosa.
También son útiles los talleres de escritura donde un grupo grande de autores puede darte su opinión sobre tu obra, aunque en ellos se analizan más bien textos cortos.
El lector cero profesional
Si a estas alturas estimas que has tocado techo y necesitas un criterio especializado para mejorar tu obra ante de enviarla a una editorial, tu mejor opción es contratar los servicios de un lector profesional.
Los lectores cero profesionales son escritores reconocidos en un género, que después de leer tu manuscrito preparan un informe completo de entre 6 a 20 cuartillas. En ellas se detallan aspectos como estilo, estructura, gramática, voz narrativa, personajes, ritmo y trama; dejando claros los aciertos y los errores y ofreciendo vías para mejorar la obra.
Ojo: no es ni una mentoría ni una corrección ortotipográfica o de estilo, pero es lo que más se asemeja a la lectura de manuscritos que realiza una editorial… con la ventaja de que una editorial jamás te explicará las razones por las que una obra se rechaza.
Por supuesto, la pericia y el tiempo de un lector profesional no son gratis. En dependencia del número de palabras del texto, una lectura profesional oscila entre los 50-300 euros. Y no cualquier escritor te sirve para realizar este tipo de evaluación: tiene que ser del género al que se circunscriba tu manuscrito.
Yo mismo soy lector profesional de poesía, novela negra, histórica, fantasía, terror y ciencia ficción porque he publicado y domino los códigos del género, pero no aceptaría revisar una novela de realismo (aunque lo leo) ni una obra de fantasía (aunque haya publicado en ese género, no domino a cabalidad las claves de su éxito editorial).
Antes de enviar tu manuscrito, recuerda
Ya sea que deseas la opinión de un buen amigo o el servicio de un lector cero profesional, no puedes enviar tu manuscrito tal como lo trajiste al mundo. Es necesario que lo revises cuidadosamente primero en la medida de tu capacidad y tus conocimientos.
Algunos autores consideran que corregir el estilo y la ortografía de su manuscrito es tarea de los editores y tienen razón, pero solo en parte. Lo cierto es que un editor que se respete va a desechar una obra plagada de errores garrafales a la primera, porque lo considerará demasiado trabajo para un autor que no se ha tomado el trabajo de cuidar la presentación de su obra.
Lo mismo que un ingeniero de sistemas informáticos no entrega su curriculum vitae escrito en papel higiénico, cuando un manuscrito sale de las manos del autor tiene que estar lo más presentable posible. Siendo el lector cero el primero que lo recibe, se le debe proporcionar algo pulido y legible, para que se anime a adentrarse en su lectura.
En cuanto al formato, cada lector tiene sus normas. En mi caso prefiero enviar y recibir el manuscrito en Microsoft Word, para poder realizar revisiones e insertar comentarios. También este formato facilita que el lector cero varíe la tipografía y formato de página para adaptarlas a su comodidad.
No esperes que tu lector beta devore una novela de 300 cuartillas en dos días. Tanto si es gratis como de pago, debes esperar un tiempo prudencial antes de recibir una opinión. Un mes es un compás razonable, porque tampoco quieres una lectura apresurada ni una opinión sin base.
Así pues, espero hayas entendido la necesidad de los escritores de tener buenos lectores ceros en su vida.
Excelente artículo, como todos los demás. Siempre aprendes algo útil e interesante