Para empezar, ya saber que voy de cara a lo “normal” me da asco. Porque quiere decir que no hemos avanzado nada.
La normalidad anterior no era buena para mí. Seguro que tampoco para ti, incluso si te había ido “bien” en la vida. Eso quiso decir que te habías acostumbrado a reposar en tu poltrona y rascarte la pancita, comiendo lo que te gusta y rodeado de los que te gustaban… con esa cómoda posición de “el resto, que se joda”.
Un cuento sin moraleja
Pero el señor con su corona dijo “aquí estoy yo” y el Mundo se quedó asombrado de lo rápido que todo puede irse al traste. También tú, porque el COVID no discrimina y le dio al “resto” un arma involuntaria para joderte a ti sin querer.
Entonces, por meses, el poderoso vio como no era tan fuerte como se pensaba. Maldecimos al COVID (aún) por quitarnos las vidas de nuestros seres queridos, pero más que nada por romper los cimientos que tenían los pies de arcilla.
Ahora miramos con amor a quienes antes desdeñábamos: los médicos, las enfermeras, los técnicos de la salud, los barrenderos, los técnicos de telecomunicaciones, los chicos del reparto, los policías (¿por qué no?), los que trabajan en casa, los escritores, los científicos, los poetas, los músicos, los profesores, los pintores, los que permiten que te puedas quedar en casa y se han expuesto ellos para que puedas hacerlo.
Poco durará.
¿En la “nueva normalidad”?
Ahora hala: gel de manos, un metro de distancia, nasobuco de los cojones (o barbijo de mierda o mascarilla de los huevos) y esa es la nueva normalidad. Medida más, medida menos, eso nos han dicho.
Y sí, eso forma parte de la nueva normalidad. Luego aparecerá las vacunas y podremos hasta abandonarlas de a poco. Será la vieja y cómoda normalidad.
Pero no hemos aprendido nada de la pandemia. Seguiremos sentándonos en casa en la poltrona y mirándonos el ombliguito.
El resto del mundo, que se joda de nuevo.
Nuevo cambio
Aunque las redes me están limando la poca que me queda, aún tengo fe en el mejoramiento humano.
Sin hipocresía y sin marcarle un objetivo: no soy profeta, porque eso no lo hace nadie en su tierra. Los que lo son, suelen morir de modos violentos.
Yo no quiero morir. Mucho menos, regresar a mi antigua normalidad.
Quiero luchar por las cosas que antes pensaba imposible y verlas en vida. Que me den las vías y medios para hacerlo. Quiero que los demás tengan también esas vías.
Por suerte, parece que los que acuñaron la frasecita piensan como yo. Se unificarán por fin las monedas. Se harán (espero) transformaciones serias en la economía.
Ojalá nos escuchen
Espero que sean para que TODOS tengan la oportunidad de desarrollar sus sueños. Incluso las minorías, siempre respetando que tu derecho termina dónde empieza el mío.
Habrá que ver hasta qué punto.
Espero que un señor, que hacía quesos de calidad por su cuenta, reciba como sentencia un puesto vitalicio en el Combinado Lácteo y una cátedra en el Instituto de Farmacia y Alimentos.
Espero que el responsable de las gráficas del COVID no tenga que ir caminando a todas partes, mientras la estrella de turno se pasea en su supercarro.
Espero muchas cosas que solo se logran con verdadera equidad comiencen a verse. Ojo: no equitativo.
No somos todos iguales.
Hasta espero que me sorprendan gratamente.
Mongo que soy.
Bello escrito, muy de acuerdo con usted en todas las opiniones