Ojalá fuese tan fácil

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Pues, sí, estoy contento. Este domingo, a la 1 de la madrugada, me devolverán una vez más la hora que me robaron.

Como nací un 24 de noviembre —familiares, amigos y mecenas: necesito colonia after shave y perfumes, pero si me dan el dinero tampoco me pongo bravo— mi primer cambio de horario fue a la hora de verano, así que desde mi tierna edad me arrebataron una hora de vida. Hala, eres 60 minutos más viejo. Y no llores.

No sé si en ese momento lloré o no. Si lo hice, fue por otras razones, fijo. Por hambre, por frío, por mojado o por… ya saben. Vamos a no caer en lo escatológico de momento. Es verdad, luego me la devolvieron en el próximo noviembre, para que pudiera celebrar mi cumple con la edad correcta y no una hora más anciano. Así, a lo largo de mi vida, me han quitado y devuelto 60 minutos de forma regular.

La una y para atrás

Pero este año, quisiera que fuese así de fácil hacerme una hora más joven. O dos. O tres. Ya por pedir, ojalá fuese tan fácil retroceder el reloj, digamos, ocho meses. Bastantes muerte pudiéramos habernos ahorrado. O un año, cuando el 2020 lucía como un año en que íbamos a tener una visión perfecta.

No digo que ahora no lo sea: nos han quitado los lentes de color rosa y nos han puesto espejuelos de ver las cosas como son, de alertarnos de cuanta porquería habíamos estado comiendo, de lo importante que era la gente sencilla pero imprescindible —el médico, la enfermera, el repartidor, el empleado del supermercado, el basurero, el informático, el músico, el artista y muchos más que antes dábamos por sentado.

Aun así, nos resistimos al cambio y tiramos polvo y arena a nuestros nuevos lentes de ver bien. Si no se empañan, pues directo al ojo, hasta que vea otra vez las falsas verdades color rosa. A desunir, gente, a desunir. A tirar estatuas y prohibir libros. A ofenderse por todo y por nada. A descargar la ira reprimida contra cualquier cosa, no importa lo injusto o descabellado.

Creo que mejor sigo atrasando el reloj, a ver qué pasa.

¿Dónde están los buenos tiempos?

Quizás me detenga en noviembre del 2015, a pocos días del alegrón transitorio que nos dieron. Por fin parecía que con el auspicio de Obama todo iba a empezar a mejorar.

Por un rato, así fue. Luego vino Zanahorio y la cagó —nos cagó, perdón por el recurso escatológico pero no se me ocurre una mejor alegoría—, cuando ya íbamos derechito, derechito al redil y por las buenas. Nada, que regresar a esa época es ponerme a un paso de una profunda decepción.

También lo sería echar más atrás la manecilla. Cierto que puede que cometa menos errores con una segunda oportunidad. Pero habrá que ver si, con las horas que vuelvo atrás, mantengo la memoria de las consecuencias de mis elecciones.

Creando esa paradoja corro el riesgo de volver a repetir las equivocaciones… porque, para ser honesto, por mucho mejor que me pudiese haber ido, me siento muy a gusto con el lugar dónde me han llevado. Vamos, no feliz. Sólo a gusto, pero eso ya es bastante.

Puede que adelantar el reloj sea una opción más atractiva

Así que voy a tomar esa hora que me devuelven el día primero —ojo, no me la están regalando— y vivirla sacándole el mejor partido posible.

Por desgracia, el 2 comienza el nuevo curso escolar, así que la hora borrada no podré disfrutarla haciéndole el amor atemporal a la mujer que me gusta. Aunque vuelva a terminar el sábado por segunda vez en el mismo día, no podré cantar victoria o llorar por el futuro hasta después del día 3.

Ni siquiera el 4: hay que esperar que las promesas de nueva normalidad se cumplan, porque las de anormalidad y locura pueden escalar a una nueva dimensión.

Entonces, como no me queda de otra, esa hora devuelta la emplearé en trabajo para el futuro que venga. O para ahondar en mis cuitas, sacándome un poema o un par de cuartillas en cada paletada. O la malgastaré, como muchas otras, en la diversión vacua de la serie o película de turno.

O me sorprenderá el mes de mi cumple durmiendo una hora extra, por gusto y para nada.

Porque, en un final, me será retirada cuando reine otra vez el horario de verano.

Contra, ahora me percato: feliz Halloween.

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