Dice la RAE que una victoria pírrica es un triunfo militar conseguido con más daño para el vencedor que para el vencido. El adjetivo viene de Pirro, rey de Epiro, que derrotó en el año 279 a. C. a los romanos en Ásculo a costa de sufrir numerosas bajas. Tantas, que se dice que el monarca exclamó, al ver el deterioro de su ejército, que con otro combate así volvería solo a casa.
Confieso que esta definición me sorprendió, porque no era precisamente el sentido que le daba mi tío abuelo Manolo —hábil carpintero y mal borrachín— cuando se pasaba un poco con el aguardiente. Repetía una y otra vez eso de “victoria pírrica”, que vaya usted a saber de dónde la adquirió: sospecho que más que leer de historia antigua alguien la pronunció y a Manolo le hizo gracia.
Revisando un poco más las definiciones de la RAE (gracias a todos los hidalgos que dotaron a nuestra lengua de tanta riqueza), tenemos además:
2. adj. Conseguido con mucho trabajo o por un margen muy pequeño.
3. adj. De poco valor o insuficiente, especialmente en proporción al esfuerzo realizado.
Ya esas dos me parecen más cercanas a lo quería decir mi tío, dándole un beso a su inseparable caneca.
Victoria pequeña es también triunfo
A todos nos gusta, como se dice en buen cubano, dar la patada a la lata. Que se combine algo de esfuerzo con una suerte fantástica que nos catapulte a una meta en el menor tiempo posible.
Nos da igual si es ganar la lotería, obtener el trabajo que habíamos soñado por estar justo en el momento y lugar exacto, que la jevita (o jevito) que nos gusta caiga redonda/o con solo una mirada. O que venga el Creador en cualquiera de sus versiones y disfraces y nos dé el espaldarazo necesario para ganar.
Aunque sé de quienes han tenido esa victoria de la nada, mi experiencia personal es diferente. Incluso con un par de aparentes privilegios, no nací en cuna de oro ni con la estrella de Belén alumbrándome el camino. La suerte marcha conmigo con el embrague puesto y amenazando poner la marcha atrás: cada victoria, incluso las pequeñitas, ha requerido una dosis de esfuerzo, trabajo y tiempo enormes.
Tonto no soy: si de vez en cuando a la señorita Fortuna se le escapa un hilo, pronto estoy para ovillarlo. Pero he aprendido a disfrutar y agradecer cada victoria, por pírrica que esta parezca. A ojos ajenos me alegro por nada, y a mí me da olímpicamente igual esas miradas.
La victoria por desgaste es lenta…
… Pero segura. Definitiva, quizás. Lo que fácil llega, fácil se va. Pero lo que se amasa con cariño y paciencia al final resulta mucho más contundente que pujar por saltarse escalones en el proceso.
En la semana pasada he tenido tres victorias muy pírricas, según la RAE. Tuve la alegría de participar en un conversatorio con uno de los autores más importantes en mi país del género que cultivo. Fui uno entre cincuenta, así que nada que ver con un acercamiento personal, pero no importa.
Esta pequeña victoria me permitió, luego de dos días de recibir mucha información valiosa, poder acercarme a ese autor que mucho admiro y regalarle mi primera novela, haciéndole saber que sus libros fueron mi referente para dedicarme a cultivar la novela negra. Mucho me alegró saber que, en su momento, también él hizo algo similar con un escritor al que admiraba. Por tanto, no tiene que apenarme esta segunda victoria pírrica, esta vez en contra de mi propia reticencia —muy injustificada— a hacer el payaso.
Y llegamos al más nimio de los triunfos de mi semana pasada: al día siguiente, iluso yo, me pregunté si el seudónimo impreso en aquel libro sería suficiente para que ese reputado autor me contactase, en caso de que quisiera hacerlo.
Sí, lo sé. Soy un iluso empedernido, pero si así no fuese no estuviera enfrascado en la pelea contra molinos de viento que implica llegar a ser un escritor. Así que busqué “Álex Padrón” en Google (cosa que hace más de medio año no hacía)… y flipé.
Soy novelista, ¡quién lo diría!
Como había comentado antes, competía por la exclusividad de mi pseudónimo con un futbolista asturiano y un fotógrafo de estrellas. No tener la hinchada de mi parte, ni los seguidores de muchos actores y actrices, me ponía en la posición del mono amarrado frente a un par de leones en cuanto a visualidad.
Pero eso ahora ha cambiado. Por motivos que tan solo el algoritmo de Google entiende, su buscador me ha etiquetado directamente como novelista y me coloca al principio de su página de resultados.
Quisiera creer y creo firmemente que más que por mis cuatro novelas publicadas, la visualidad es producto del tiempo que he empleado en acercarme a ti, querido lector. Nota que, aunque es cierto que el enlace apunta hacia la página de autor de la editorial Atmósfera Literaria, los libros que se destacan no son todos novelas. Pero igual en la página de autor hay un enlace hacia aquí, esta humilde choza, dónde con este sumo 331 publicaciones a lo largo de cerca de dos años.
Parece mucho esfuerzo para tan pequeña victoria… Pero ni hablar. Pírrico o no, este triunfo es mío y me da ánimos para seguir esforzándome mientras los grandes logros lleguen.
Si algo he aprendido con la pandemia, es a celebrar las cosas pequeñas pero igual de importantes. A olfatear el café, deleitarme con lo que como aunque no sea lo más apetitoso del mundo —otros han sobrevivido al covid, pero han perdido gusto y olfato— y también a compartir contigo un poema, algún consejo, un cuento o dos y una reflexión como esta. Por si te alegras por mí también, por pírrico o pequeño que parezca o sea mi éxito.
“Trabajar es vivir. Y yo amo vivir”, dijo Charles Chaplin resumiendo su filosofía de vida. No le importó haber salido de la pobreza más extrema. Ni siquiera descansó luego de recibir el Óscar honorífico de la Academia. Ni cuando el Imperio Británico le dio el Sir delante del nombre. No importaron la silla de ruedas, ni los ictus, ni la demencia senil: hasta su muerte, a los ochenta y ocho años, dedicaba sus momentos de lucidez a reescribir las bandas musicales de sus películas y crear nuevas melodías.
Así que seguiré echándole ganas a mis letras, a ver qué pasa. Feliz como una lombriz.
PD: Para más INRI y festejar victorias, me fui ayer con la warband a un craftworld eldar. Toca hacer personaje nuevo, pero mi khornita se cargó en el proceso dos guerreros que intentaban recuperar una Joya Espiritual. E hizo apoteosis, ascendiendo a Príncipe Demonio. El que sepa de lo que hablo, entendió.
He visto de cerca tu carrera, no tanto como quisiera pero sabes q celebro tus victorias, pírricas o no, y mi oído siempre está dispuesto a tus arengas fatalistas… Ya era hora de recibir los bien merecidos frutos de tu sufrida cosecha. Y sí. Me he puesto literata en mi comentario. Porque te lo mereces. Felicidades Alex
Ah, recuerda q a pesar de ser la “urraca” de la warband, tu kornita siempre tendrá mi admiración. Regresa cuando quieras, será un placer sangrar a tu lado. Jijijiji
Aunque no te conozco de mucho tiempo realmente te deseo mas victorias en el futuro. Tus palabras me inspiran a seguir luchando y en algun momento poder entregar una copia de mi creacion al warband algun dia.
Nos vemos en la proxima aventura y da igual si eres un marine con bafles o un relioso empedernido, el caos no discrimina