Por desgracia, el alemán hijo puta —no Freud, que también. Aloysius Alois Alzheimer— no me deja acordarme bien. Pero en mi niñez no demasiado lejana había un muñequito ruso (de esos, tan aleccionadores como obligatorios) que intentaba explicarle a los niños del campo socialista sobre responsabilidad y obediencia.
Creo recordar que eran dos hermanitos antropomorfos, uno llamado “Se puede” y el otro “No se puede”, y como sus nombres indican el primero, alegre y aventurero, se metía en un montón de dificultades mientras que el otro —viva imagen de la abulia— reprendía todo el tiempo a su fraternal cascabelero.
Un día “No se puede” se hartó y se declaró en huelga, dejando a “Se puede” a su aire. Y todo se fue a la mierda, claro. No sé si aquel animado fue horneado cuidadosamente en las entrañas de Sovietexport Films por el PCUS y la KGB, pero bien ha quedado impreso en los cerebros de mi generación… tal como el jefe ordena.
La limitación de la creatividad
En lo personal, de siempre los dogmas me caen como una patada en las gónadas. Por eso mi mente infantil puso en una batidora el “Se puede- No se puede” con el elefantito preguntón.
(Aquí hago una acotación para los escritores cubanos: el diminutivo –tito es fruto de una mala traducción de los rusos, que se extendió también a la literatura. En el español que hablamos, sería elefantico. Igual que papaíto debe ser papito. Si usas otras formas diminutivas, se nota que en tu casa aún hay un librero con un montón de obras traducidas del ruso).
Eso hace que, cada vez que choco de cara con el “No se puede” me pregunto “ ¿Y por qué no se puede?”. El 50% de las veces hay una razón lógica, aunque no siempre válida. Pero la otra mitad del tiempo, no tenemos idea de porqué la limitación.
“No se puede… porque no: no pregunte tanto”. A lo que, casi siempre, le sigue el infinito recelo del “¿Por qué pregunta tanto?”.
Diferentes pero complementarios
¿Cuándo se puede y cuando no? Mientras la respuesta parta del interior y no de un agente externo que censure o permita, yo estoy en pleno acuerdo que algunas cosas son imposibles. Pero solo de momento.
Si me dejo llevar por el “no se puede”, me quedo quieto y mato toda esperanza. Si, por el contrario, desarmo la negativa por partes y analizo cada pedazo por separado, llegaré a la causa que me impide hacer lo que quiero. Una vez que conozco el problema, estoy sobre la pista de encontrar la solución.
Si esta se encuentra (aún) por encima de mis posibilidades, el “No se puede” tiene apellidos: por ahora. Mientras, queda como un sueño latente que, si le impongo una condicionante, se convierte en esperanza y luego en meta. En el decursar, el “no se puede” toma cara de “tal vez”. Hasta que un día se pone la chaqueta ancha, la flor en la solapa, esboza una sonrisa y declara que, dentro de ciertos límites que no conviene violar, “se puede”.
¿Quieres un ejemplo? Pues aquí tienes:
¿Cuánto esfuerzo tuve que invertir en ello? ¿Cuánto de “suerte” hay en años de preparación, trabajo duro, caminos alternativos, estudio constante y un sueño de adolescencia que dejó de serlo?
Así que te desafío a que me digas que algo “no se puede”. Quizás no de momento, pero luego te daré las gracias por animarme a lograr imposibles, un paso a la vez.
You may call me a dreamer, but I am not the only one…
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You are not the only one…