Eternidad es demasiado tiempo

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Tengo que sentirme por fuerza afortunado,
por todo lo que he visto hasta el momento.
Es cierto que por mucho tiempo he dormido,
a veces ensimismado en ser cronista personal
o en un lugar y tiempo desplazado.

Pero puedo decir con alegría que vi
con mis propios ojos el cadáver deificado de Lenin,
preso en su mausoleo y custodiado por gendarmes
para que no escapara tapándose la calva apolillada
con la bandera roja de los Soviets.

Sobreviví al error del milenio, sin más estragos
que tener que cambiarle la hora a mi reloj.
Luego comprobé que las piedras de Stonehenge
no necesitaban tal ajuste desde hacía cuatro mil años.

Supe también que los mayas no eran alarmistas,
pero sí los tontos que creyeron comprender su calendario.
Me he perdido muchos acontecimientos importantes,
pero he coexistido con tres presidentes,
mientras muchos conocieron solamente uno.

Soy muy afortunado: un hombre, que ha vivido
en dos siglos diferentes y en dos milenios distintos…
todo esto en menos de cincuenta años hasta ahora.

¿Saben que es lo más curioso?
Que no me canso de maravillarme
de lo poco que he visto y no
cerraré los ojos hasta el último segundo,
feliz de lo observado y lo perdido.

Porque, amigos, como dice el dicho:
para verlo todo hay que ser eterno,
y la eternidad se me hace,
en lo personal,
demasiado tiempo.

–Álex Padrón, Los mapas del tiempo,
Editorial Primigenios 2019

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