Maldita pareidolia, anatema del fantasioso

Mientras otros compañeritos de escuela se distraían dibujando o tirando bolitas de papel masticado, yo me perdía en la maraña de patrones que las chispitas grises, blancas y negras me sugerían desde el suelo. En ellos me adivinaba barcos, aviones, naves espaciales, caras amistosas o estremecedoras.

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