Por descontado, el sueño de cualquier escritor es ver su obra terminada y poderla palpar, oler y disfrutar en papel. Un buen añadido es que esa quimera tenga también una bonificación económica.
Por mucho que nos hinchemos en decir lo contrario y prime el altruismo de ser escuchados, comer es una necesidad que no puede negarse. ¿Qué escritor no tiene el deseo —a veces, ni siquiera secreto— de transformarse en un autor de éxito?
Ya sea por el elogio de la crítica, ya sea por la rentabilidad económica, un escritor que goce del respaldo de una editorial tradicional tiene allanado el camino para hacer lo que mejor hace: escribir.
(Aunque algunos se dedican más bien al supremo arte de posturear, de lo que no hablaremos en esta ocasión).
Muy bonito, muy bonito…
Pero hay que desengañarse: que te fiche Planeta, Alfaguara o Anagrama a la primera es improbable, rozando lo imposible. Aún dado el caso de las esporádicas excepciones, ningún escritor reconocido está exento de corretear editoriales, mandar —infructuosamente— manuscritos a concursos a ver si el burro toca la flauta por casualidad o golpetear a las puertas de los agentes literarios.
(Sobre los que no voy a hablar ahora, pero muy pronto lo haré. Palabra de honor).
Por falta de tiempo, conocimientos o paciencia, muchos escritores optan entonces por la autopublicación y la autoedición. Lo cual en principio está bien, pero por desgracia engrosa —por no decir inunda— las opciones de lectura para el público general con obras que no alcanzan la cota mínima de calidad. Y es que en España se publican cerca de 75 000 títulos anuales. Con esta perspectiva, el quid del asunto ya no está en que leer, sino en hallar que vale la pena entre tanta hojarasca.
A bregar por mares inciertos
En la era digital, teclear “FIN” después de un número indeterminado de cuartillas, exportar a cualquier formato y subir a una plataforma de venta (Amazon, Lektu o cualquier otra) toma menos de media hora.
Y ¡puf!, ya puedes llamarte a ti mismo escritor. Actualizas tu perfil, pones una foto guapa donde luzcas pensativo o travieso y ya está. A vivir de tus ingresos, o eso crees.
Una semana más tarde te percatas que con muy buena suerte algún amigo (más por lástima que por ganas) ha comprado tu libro. Si es tu amigo de verdad, ni eso: ya se lo habrás dado a leer para pedir su opinión, que espero haya sido sincera. Con mucha (mala) suerte, algún entusiasta habrá ojeado tu obra y la habrá destrozado en la reseña: directamente esto no solo será un duro golpe a tu autoestima, sino que también lastrará tu obra de por vida.
¿Qué es lo que anda faltando para triunfar? Pues una parte del trabajo que muchos escritores en ciernes olvidan: la promoción. Si eres autor autopublicado, pues ruega que tengas muchos amigos influyentes o directamente estés rodeado desde antes de influencers. Ojo, ni siquiera tienen que ser especialistas del mundo de la literatura, basta con que tengan una audiencia obediente.
Pero no todos tenemos una novia/o con decenas de miles de seguidores, así que debemos empezar desde abajo.
Si no eres diestro en lo digital, pues encargarás un par de decenas de copias físicas de tu libro y entrarás en amarga discusión con tu librero local para que lo coloque en sus anaqueles. Con suerte, quizás puedas realizar alguna firma de libros en una feria. Otra vez, buena suerte con eso: las editoriales no comparten sitio con desconocidos.
Hay un gran problema: el lector es desconfiado con su dinero y su tiempo. Ambos son finitos y hay mucha competencia por ellos.
Separando la paja del grano
Aun optando por la autopublicación, un libro que pueda ser llamado por ese nombre difícilmente es un esfuerzo de una sola persona. Aun siendo un savant y hombre orquesta, tienes que saber de maquetación, diseño de portada, marketing y logística para poder dar a tu público un producto terminado.
Incluso si te concentras en lo de adentro, revisar tu propia obra es una tarea de Sísifo: deslumbrado por tu genial prosa (o verso), no podrás ver las manchas de estilo y los miles de gazapos que se esconderán en todas y cada una de las cuartillas. Está comprobado que es imposible, incluso en una obra editada profesionalmente, que no haya una errata. Tú no la vas a notar, pero cada imperfección golpea al lector con la potencia de Mohamed Alí.
Tras la decepción de tu primer libro autopublicado, vas a aprender un poco de la amarga experiencia. Luego de teclear “FIN” vas a buscar a un corrector profesional para que limpie tu texto de conejillos recién nacidos y horrores de estilo. Luego contratarás un diseñador de portada y un maquetador. Rascando un poco más la billetera, quizás encargues la promoción de tu nueva obra a un especialista en marketing literario. Puedes también pagar una reseña a un profesional de tu género, campañas de visualización en las redes sociales y un largo etcétera.
Todas estas acciones aumentarán la calidad de tu obra y su visualización. Pero, una vez más, no garantizan que el público te lea. Ni que recuperes un centavo de lo invertido.
El gigante de los pies de barro
Es entonces que ese sueño inicial de convertirte en un gran autor que vive de sus ingresos comienza a trocarse en una pesadilla. Es entonces que olvidas el placer que te causa el escribir. En lo personal, me he percatado de la importancia vital que tiene el no saltar etapas ni tomar atajos en la carrera interminable de convertirme en un escritor.
No digo que existen casos muy contados en que el esquema de autopublicación funciona e incluso poseen la calidad mínima necesaria para considerarse obras literarias más allá de sus ventas. Mis congratulaciones a esos “afortunados”, pues detrás de ellos hay mucho trabajo, tragos amargos y fracasos sin airear a la luz pública.
Este cuento tiene dos moralejas: “zapatero, a tu zapato” y “despacio se llega lejos”. Y una continuación, que pronto llegará.
Muy bueno el artículo. Entretenido pero objetivo y con los pies bien puestos en la tierra. Ahora, creo que pocos novatos se sentirán muy entusiasmados luego de leerlo. Hay mucho consejo por ahí al estilo de “tú puedes solo” La tentación es grande. Saludos.
Lo siento, pero no es por desanimar sino por advertir. Muchos de los artículos de “tú puedes solo” están precisamente en los sitios que ofertan recursos de autopublicación, como gancho de que contrates su ayuda. En lo personal, yo me he jurado a mi mismo que no pagaré nunca un medio por publicar nada: en última instancia, parafraseando al tío de Josef Amadeus von Drakula, “prefiero ponerlo libremente”.
Separando la paja del grano: esta es la clave, amigo mío. Escribir es un oficio, y hay que hacerlo muy bien, con mucho mucho gano y nada nada de paja. Gran artículo y a seguir escribiendo.
Me alegra te haya gustado. Gracias!
Que conste que este comentario no es solo para estimular al escritor. Es un “me gusta” sincero.
El post me ha golpeado de lleno, pues estoy en mitad de la autopublicación de mi primera “obrita” y me he desalentado un poco. Pero prefiero saber a que me enfrento sin que nadie me adule con palabrería. Muy instructivo y esclarecedor.
Pues muchas gracias por lo que me toca y lo siento si te ha golpeado un poco. Pero las cuentas claras y el chocolate caliente: el escritor tiene que aprender a curtirse la piel y no ceder a los latigazos. Quién piense que esto es tarea fácil, no llegará lejos.
No creo ver un dólar con la literatura, pero tampoco pretendo perderlo. Por ahora público en mi blog y creo que me han leído más que los que lo harían en el ansiado papel. Esos libros autopublicados son para regalarlos a los amigos con la perdida económica que implica.
Esa siempre ha sido mi política: si no es lo suficientemente bueno para que una editorial lo acepte y lo publique, entonces no seré yo quien anteponga mi ego y mi billetera. Incluso algún que otro dólar sí que he visto, pero ¿pagar? No, soy aún demasiado pobre para eso. Prefiero seguir escribiendo.
Saludos cordiales desde Puerto La Cruz Anzoátegui Venezuela. Buen post, estoy de acuerdo contigo, en lo particular uso la autopublicación, y en efecto tienes mucha razón, no es fácil, pero si lo asumimos sin esperar nada a cambio, y si se vende perfecto. Yo lo intento, eso sí, sin invertir absolutamente nada. Mi primer libro montado en Amazon fue la Montaña Jardín y a pesar, de que apenas se han vendido pocos, fue en un idioma diferente al español Francés, gracias al apoyo de Babelcube una página web donde podrás traducir, por supuesto no es mucho lo que te queda, pero cuando inicié esto lo hago por que me gusta mucho escribir, y por lo menos la traductora me dijo que le había encantado el libro, yo lo he obsequiado y se ha trabajado en las escuelas. Ese es mi mayor logro. Incluso algunos de sus cuentos los he publicado en mi blog. Pero, un libro se debe difundir, sino lo compran millones, no debe afectarnos, porque más de triste es que sea letras muertas. Saben yo mi segundo libro Las Aventuras de Celupin y el planeta Neuron, lo tenía listo hace 2 años, y por no tener ilustración no lo autopubliqué, y el Día del niño lo ofrecí para leer en una editorial de una universidad pública Venezuela, allí por supuesto fui la invitada, y mayor satisfacción que los niños ilustraron el cuento, la actividad fue hermosa y no solo gustó a los niños, sino a los adultos. Es un cuento didáctico que habla de emociones. En fin, creo que lo importante es que nuestros libros sean leídos. Y mi sorpresa fue que la Directora de la Editorial publicarán 2 libros en su página web. Es gratis, pero será leído y es lo que realmente me satisface ayudar a que otros puedan disfrutar de la lectura. Mi hijo me dice debes invertir, y le dije, si el libro es realmente bueno se leerá. Pero, no dejemos de publicar, ni de escribir, seamos felices. Abrazos virtuales.