Poema del madrugador determinado

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Tú no sabes -o ser tonta tú pretendes–
el desorden que provocas cuando ríes.
Por fortuna no lo haces muy a menudo.
De otra forma no sabría cómo irme.

El gallo canta siempre muy temprano,
y no hace que el sol salga ni que brille.
A pesar de que parezca muy pequeño,
ridículo, reiterado y después se olvide.

Para mí, tu sonrisa es la pura magia
de emociones que revuelven y deciden
el destino itinerante de mis días:
si mis tardes son felices o están tristes.

Es por eso que despierto mucho antes
que lo hagas y que ese tiempo se dedique
para hacer cosquillas y burbujas de poemas,
de cafés, te amos y piruetas imposibles.

Para que vayas de Morfeo a la alegría,
y mis manejos hoy logren que suspires.
Para que cada día riendo, niña linda,
hagas más feliz el mundo donde vives.

Un inútil don, está bien, pero funciona
sentir que soy ese gallo con que ríes.
Al final, cuando un día ya no cante,
espero que en tu memoria algo se astille.

-Álex Padrón, El rosario del hombre de ceniza,
Editorial Primigenio 2020

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La disyuntiva de la margarita. Revista Azahar 82, 2022

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