Más sobre escritores y críticas (I)

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Al parecer, he tocado hueso con el anterior artículo sobre cómo un escritor debe afrontar las críticas. No me pareció en su momento un tema taaaaaaan importante, pero al parecer esta es una espina clavada en muchos costados. Pero es un clásico ejemplo sobre cómo a veces vamos incorporando, sin darnos cuenta, herramientas a nuestra panoplia que pueden ser útiles a los que comienzan.

Claro que, cómo todo artículo y dados los límites de espacio —y paciencia de los lectores— me quedaron algunos temas por tratar. Viene entonces al rescate mi amigo, el escritor Luis Felipe Galeano. Él ha tenido la suerte y la desgracia, en su faceta como editor de más de una treintena de obras, de contemplar al toro de la crítica desde ambos lados de la barrera.

Cómo sus comentarios apuntan a tópicos medulares sobre el tema de escritores y críticas, los utilizaré de plantilla para esta serie.

Sobre los escritores cero: ¿pagar o no pagar?

Dice Luis Felipe:

“Al final, los escritores no podemos evitar quejarnos, aunque sepamos gestionar el sentimiento. En nuestro fuero interno siempre queda esa llama perturbadora. Personalmente, no creo en los lectores cero. Es un foro en que la gente opina gratis y, al final, les importa muy poco tu manuscrito. Lógicamente, hay excepciones, pero es así”.

El problema de los lectores cero “espontáneos” —audiencia cautiva que tenemos amarrados por amistad o por ser consanguíneos— es que en muchos casos no son sinceros. Eso, o no tienen el dominio de las técnicas narrativas necesarias para aportar soluciones a los agujeros del texto.

Cuando son escritores como tú (y siempre hay que buscar y oír a aquellos a los que admiras por ser “mejores” que tú), igual corres el riesgo de que te “pasen la mano” para no herir tu frágil corazoncito de autor. En especial, si ya has probado que no te tomas a bien las críticas.

Así que atesora al amigo que vaya a por tu yugular, con la navaja en los dientes para afeitarse los pelos en la lengua. Esos son los lectores cero que ayudan a crecer.

“Yo creo que todo consiste en distanciarse. El escritor depositando en ‘el pudridero’ su manuscrito acabado para regresar tres meses después y corregir. En el distanciamiento de solicitar un informe de lectura pagado. En el distanciamiento de un informe editorial también pagado. Lo demás son pajas mentales”.

Totalmente de acuerdo, pero muchos pecamos de airear nuestros manuscritos recién terminados, buscando la aprobación prematura de los demás. Eso es un riesgo grave, porque como toda creación humana, la versión cero de un manuscrito está plagada de gazapos técnicos que oscurecen la historia que está detrás.

Cuando se ha escrito algo en rapto, de nada vale que se revise inmediatamente. Hay que esperar que al cerebro se le olvide lo genial que ha sido. Mejor aún, hay que darle la oportunidad de escribir otra cosa, para que se entusiasme con lo nuevo y pueda regresar al borrador “antiguo” con la convicción de que es un trabajo mediocre.

Si aún después de ir a por ella con desdén, la historia y la forma en que la contaste te convencen como para limpiarla de errores, estará lista para los lectores cero. De pago, mejor: estos entienden que no tienen ningún apego a ti y van a decirte por qué tu manuscrito está lejos de ser perfecto. Es el servicio que prestan y para eso les contratas, por masoquista que suene.

Escritores y críticas: el verdadero criterio de la verdad

“Desde luego, si esos informes pagados no son favorables, NO HAY EXCUSAS, el manuscrito no es bueno. Lamentarse o desesperarse por esos informes no lleva a ningún lugar. Nada te impide seguir escribiendo y disfrutar de escribir sin pedir nada a cambio. No eres un buen escritor, pero te lo pasas de rechupete y si, encima, tienes una claque de muchachitas alabándote, pues mira qué bien”.

Lo perfecto es lo enemigo de lo bueno y señalamientos siempre habrá. Por muy profesional que sea, un informe de lectura editorial refleja el criterio y experiencia de un ser humano y no es tan objetivo como una fórmula matemática. Pero sí, mucho más exacto que lo que pueda decirte tu tío Manolo y el bodeguero de la esquina.

Ahora bien, y por eso mismo, un informe de lectura es inapelable. No hay nada que discutir con el revisor, porque él no tiene compromiso con el autor sino con la obra, y si esta no le ha hablado de forma explícita y convincente, a otra cosa mariposa.

Puedes, si el dinero y la autocomplacencia te sobran, mandarlo a más revisores y quedarte con la opinión más gentil… aunque, por experiencia propia, prefiero hacer casa con el más mordaz de los revisores editoriales. Esos son los que más se parecen a los editores que pueden poner tu libro en las vidrieras.

Si no es ese tu objetivo, pues escribe y pásatelo bien. Claro que sin olvidarte de que, en materia de opiniones, no es cuestión de sacar promedio según la cantidad, sino ponderar por la pegada del que está criticando.

Y cuidado con la claque y la peña, ¿eh? Ser de buen ver y mejor para las fotos de OnlyFans no garantiza que seas bueno escribiendo. Aunque muchos aspirantes a modelos internacionales se autoproclamen también escritores y vendan libros, literalmente, por su linda cara.

(Continuará)

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