Debido a su menor extensión, en el cuento es imprescindible darle prioridad a la historia. Pero la novela que no tenga personajes memorables está condenada a hundirse en el olvido.
Tanto es así que en muchas ocasiones los personajes (positivos o negativos) son tan, pero tan relevantes que trascienden las páginas de una sola entrega y demandan —en boca de sus lectores— toda una saga. Ejemplos se sobran: Miles Vorkosigan, Ender Wiggin, el Ratonero Gris… y, ya que estamos en retrospectiva, D’Artagnan (cuyas aventuras continúan en Veinte años después y en El vizconde de Bragelonne) o Sherlock Holmes son dos buenos ejemplos de otros géneros hermanos a la CF y la Fantasía.
Así pues, una novela se salva o se hunde en dependencia de cuan atrayentes sean sus personajes, por lo que detenerse en la creación de cada uno por separado es tan importante como la construcción del mundo —vale, anglófilos, worldbuilding— o la trama.
¿Qué hace a los personajes memorables?
Dos palabras: realismo y credibilidad.
Por muy bien tramado que esté el argumento de la novela, a nadie ya le asombran esos super personajes llenos de dones fantásticos, ni los malos tan arquetípicos que caigan en la caricatura.
Aunque en su momento tuvieron su momento wao!, incluso superhéroes como Batman, el Doctor Manhantan o —claro— Superman han tenido que reinventarse y ganar trasfondo para que las nuevas generaciones les acepten y comprendan.
Ni siquiera a los malvados les mueven ya motivaciones tan caóticas como la destrucción indiscriminada o la dominación mundial sin razón aparente, a lo Pinky y Cerebro. Por eso Jóker nos cala tan hondo, o nos identificamos con el cansancio y el hastío de un Thanos que se sabe inevitable… incluso para si mismo.
De esta forma, los personajes memorables debe tener emociones coherentes con las que el lector se identifique, motivaciones creíbles —que Mordor queda lejísimo, ¿eh?— y una capacidad de transformarse a lo largo de las páginas de la novela que le hagan más humano y cercano al lector. Ese cambio hace que Sancho y Quijote sean memorables, mientras un Amadís de Gaula… un poco menos.
Entonces, ¡que viva la escala de grises! Lo monocromático ya no se lleva: nadie es tan bueno que resulte imbécil ni tan malo que su alma sea insalvable.
Los profetas de su propia tierra
De la misma forma que los personajes memorables han de ser cercanos para que el lector pueda identificarse con ellos, sus motivaciones, características y modo de pensar tienen que estar permeados e influidos por el mundo que les rodea.
Un gran ejemplo de ello es la figura de Paul Atreides. En su transformación a Kwisatz Haderach y Muad’Dib nos sumerge en las costumbres y tradiciones del pueblo fremen.
Así pues, resulta lamentable que con el fin de ser más cercano al lector, un personaje se salga de contexto y use expresiones, modismos o comportamientos que son ilógicos en el mundo que le rodea. Es trabajo del autor entonces hacerles lo suficientemente humanos como para que nos identifiquemos con ellos. Pero también que actúen y piensen bajo el precepto de Ortega y Gasset de “yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo”.
Esto es complicado en la CF y la fantasía, porque a menudo se introducen personajes que no cumplen con el canon de humanidad al que estamos habituados.
¿Cómo solucionar esta disyuntiva?
Dios, usa bien el barro
Pues especulando y planeando un montón. Si nuestro elfo es demasiado humano que se convierte en Cheíto el de la esquina, mientras que el reptiliano del montón no tiene tropiezos (ni tabúes) en desandar la zona roja de Ámsterdam dando a derecha e izquierda… algo definitivamente no está funcionando en tu novela.
Una buena estrategia para crear personajes memorables es establecer un cuestionario que ellos deben responder de forma coherente. Este incluye el físico, pero también lo que estarían dispuestos a hacer para cumplir sus metas, su familia, su opinión sobre las cosas del mundo que les rodea, su pasado, sus hábitos, sus miedos, sus pensamientos internos, sus sueños… mientras más extensa la lista, más volumen adquiere tu personaje. Y más fácil te será hacerlo creíble, real y complejo.
(En lo personal —¡no me juzguen!— en ocasiones que la creatividad necesita un poco de incentivo, recurro al sistema de creación de personajes de algún juego de rol y al azar de los dados. Luego pulo y retoco para adaptarlo a mi historia. Pero ese soy solo yo.)
Si esto se te parece mucho a cómo construir un universo, felicidades. Porque un mundo es tan vacío como planos sean los personajes que lo habitan. Luego que conozcas al personaje igual que a ti mismo, llega el momento de conectar sus emociones con las del lector. Darle carisma y alma al gólem de arcilla.
Usa las emociones para crear personajes memorables
Comienza entonces por sus emociones básicas, que son seis según Paul Ekman: tristeza, miedo, ira, asco, felicidad y sorpresa. En la medida que tu personaje las demuestre —sin caer en un drama queen, porque todos los excesos son malos— tu lector podrá establecer relaciones de empatía con el personaje.
Este vínculo es algo maravilloso que tenemos los seres humanos —aunque no los psicópatas, que son un capítulo aparte— y que logra dar vida al personaje, estableciendo analogías entre la situación en que se encuentra el personaje y el lector.
Puede que él nunca haya tenido que superar el asco de revisar el interior de un zombi. Pero puede haber sentido algo similar cortando carne cruda o desatascando el retrete, por ejemplo. Así que si logras expresar emociones en tus personajes de forma coherente y realista, no importa el escenario.
Los tres pilares que sostienen a un personaje
Excepto si quieres que se cumpla eso de “pasaras por mi vida, sin saber que pasaste” de Buesa, un personaje tiene que contestar en tu novela al menos tres preguntas básicas:
¿Qué desea? :
Es la motivación del personaje, y no solo del principal. Cada personaje por pequeño que sea debe tener una motivación, así sea el quedarse quieto sin hacer nada de nada. Mientras mayor el objetivo, más complejo e interesante ha de ser el personaje. Tendrá mayores impedimentos en su camino que lo van moldeando a martillazos sobre el yunque.
¿Con que fuerza lo desea?
Si el personaje no siente una fuerza imperiosa que lo mueva hacia su objetivo… pues ley del menor esfuerzo y todo quedará en sueños y fantasía. Así que debemos darle una motivación que sea poderosa para que emprenda el largo viaje, sea esta cuál sea. Los tres móviles principales del asesinato funcionan bien acá: dinero, venganza o celos (y amor) y sus variantes resultan adecuados en casi cualquier ocasión.
¿Por qué lo desea?
Sabiendo el objetivo y el nivel de deseo del personaje, falta establecer el por qué. Para que nuestro personaje no sea un muñeco bidimensional de cartón.
Un bandolero que quiere robar la bolsa y está dispuesto a matar o morir por ello puede estar motivado por el hambre, o porque de esas monedas depende poder salvar a su hija. Acá se nota que el porqué es más importante que el deseo en sí. No solo justifica la acción y determinación de un personaje, sino que establece un vínculo de emoción con el lector.
Con solo saber el porqué de su deseo, inmediatamente el ladrón de tres al cuarto gana relevancia. Puede que incluso amerite protagonismo principal o secundario.
Hazle caso a Darwin
Un último consejo. Una vez creado el trasfondo de tu interesante personaje, puedes hacerlo más sexi si va transformándose en el transcurso de la novela, en la medida que se va desenvolviendo en la trama.
Eso lo hace más humano y más próximo al lector. Incluso si tu novela no se corresponda al cien por cien al modelo del viaje del héroe. Si no hay ningún cambio, demuestras que tu personaje es ficticio. Siempre estamos cambiando y transformándonos, así que un suceso tan relevante que amerite una novela para contarlo tiene que alterar las características iniciales de tu personaje, para que él también se adapte a sus circunstancias.
Las variaciones tampoco han de ser trascendentales. Pequeños cambios en los principios y motivaciones del personaje, concesiones, conflictos con sus ideales, bastan. Todas las experiencias que hagas vivir a tu personaje van a incorporarse a su personalidad y alteraran su punto de vista.
Si esto no sucede, empújalo que es de cartón y no vale la pena todo el trabajo que pasaste para crearlo. Ni servirá para que se convierta en el héroe de esa saga exitosa que le hará perdurar en la memoria de sus muchos lectores.
Ni nadie te recordará tampoco a ti.
(publicado en la revista Korad no.38)
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Muy buen artículo.
Se hace lo que se puede 🤗